¿Cómo nos cambia viajar?
¿Nos cambia viajar? ¿Y cómo?
Viajar es una de las experiencias mejores que podemos regalarnos: para crecer, para conocernos mejor, para conocer mejor el ser humano.
Cuando vivimos nuestra vida «normal», estamos acostumbrados a conocer y saber casi todo de nuestros días: el trabajo, el gimnasio, la piscina o la escuela de los niños.
Hablamos nuestra lengua y todos nos entienden: no es necesario buscar y encontrar otras maneras para comunicar.
Cuando viajamos, en cambio, todos nuestros puntos de referencia desaparecen: nuestro idioma, nuestra comida, la familia, los amigos.
Estamos solitos en un lugar desconocido, quizás con miedo, quizás con curiosidad, pero solitos. ¡Y sin darnos cuenta, ya estamos cambiando!
La mente está más abierta, porque necesitamos encontrar soluciones para dormir, para comer, para comunicar, para tomar un taxi, para no perdernos, y en un lugar que no conocemos casi nada.
¡Lo que pasa después, pero, es maravilloso! No podemos comunicar con palabras en una lengua que no conocemos, pero nos damos cuenta pronto que nuestras sensaciones cuentan más que las palabras, y no siempre es necesario un idioma común para explicarse.
Y cuando realmente necesitamos algo, descubrimos que las personas, aunque totalmente desconocidas, quieren ayudarnos, aunque no sabemos expresarnos.
Los idiomas son muchos, pero las sensaciones del ser humano son universales, y no tienen color de piel ni religión ni idioma. Pero esto sólo se aprende viajando, realmente no hay otras opciones. Cuando vivimos en un lugar que no conocemos, descubrimos cosas de nosotros mismos que antes no sabíamos: como manejar situaciones nuevas, como comportarnos en caso de dificultad o en caso de nuevas amistades.
Y conocer realidades diferentes de la nuestra nos permite lograr una perspectiva más amplia, que no perderemos nunca más, tampoco cuando regresemos a nuestra casa y a nuestra vida.
Viajar nos enseña lecciones importantes sobre el respeto, sobre la diversidad, sobre nuestros límites, sobre las relaciones entre los seres humanos: ¡todos diferentes aunque totalmente iguales en todos los sentidos!
Viajar, afrontar los imprevistos, expresarse en un idioma diferente hace la mente más activa y mejora también nuestra memoria y nuestra capacidad de relacionarnos sin prejuicios y sin clichés. Además, descubrir que sabemos hacer cosas que nunca pensamos antes, mejora la confianza en nosotros mismos y nos volvemos más capaces de controlar el estrés y las dificultades cotidianas de nuestra vida.
En fin, viajar nos cambia porque nos enseña la libertad en toda su gloria: ¡la preciosa libertad que nos quita el aliento, que nos mantiene vivos y que nos hace soñar!